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Diario de una Amazona (con Celia Blanco)

Health & Wellness Podcasts

Diario de una Amazona es el primer podcast producido por MTVRX Producciones. Es una serie de capítulos donde la periodista y escritora Celia Blanco (ex presentadora del programa de la Cadena SER Contigo Dentro) habla ella misma. Será un diario en el que nos contará cómo es su vida más íntima, después de años siendo una MILF, madre deseada sexualmente. Ahora, con 50 años se erige en amazona, en una mujer fuerte que galopa sobre la grupa de sus amantes. Un diario íntimo, sincero y sexual para escuchar con cascos. Podría hacerlo de otro modo, no confesando. Pero si confieso me desnudo al hacerlo. Y noto las manos de mis amantes acariciándome el cuerpo entero. Quiero que sea un diario, una cita semanal en la que pueda recrearme en todo lo bueno que pasa entre mis piernas para sentirlas, de nuevo, temblar. Soy una amazona, una mujer libre, una mujer plena, una mujer segura de lo que necesita para seguir viva con toda esta intensidad. Una amazona siempre se levanta cuando la destrozan, recupera la compostura y se planta, de nuevo, ante quien haga falta. Una amazona sabe que lo mejor que tiene es a ella misma. Y así, solo así, puede con todo. Soy la perfecta amazona que quiere que sepas cómo le gusta follar... No vaya a ser que tengamos la suerte de cruzarnos y perpetremos todos nuestros deseos, esos que no contamos a los demás. 😍

Location:

United States

Description:

Diario de una Amazona es el primer podcast producido por MTVRX Producciones. Es una serie de capítulos donde la periodista y escritora Celia Blanco (ex presentadora del programa de la Cadena SER Contigo Dentro) habla ella misma. Será un diario en el que nos contará cómo es su vida más íntima, después de años siendo una MILF, madre deseada sexualmente. Ahora, con 50 años se erige en amazona, en una mujer fuerte que galopa sobre la grupa de sus amantes. Un diario íntimo, sincero y sexual para escuchar con cascos. Podría hacerlo de otro modo, no confesando. Pero si confieso me desnudo al hacerlo. Y noto las manos de mis amantes acariciándome el cuerpo entero. Quiero que sea un diario, una cita semanal en la que pueda recrearme en todo lo bueno que pasa entre mis piernas para sentirlas, de nuevo, temblar. Soy una amazona, una mujer libre, una mujer plena, una mujer segura de lo que necesita para seguir viva con toda esta intensidad. Una amazona siempre se levanta cuando la destrozan, recupera la compostura y se planta, de nuevo, ante quien haga falta. Una amazona sabe que lo mejor que tiene es a ella misma. Y así, solo así, puede con todo. Soy la perfecta amazona que quiere que sepas cómo le gusta follar... No vaya a ser que tengamos la suerte de cruzarnos y perpetremos todos nuestros deseos, esos que no contamos a los demás. 😍

Language:

Spanish


Episodes
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T02XE35 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - El Experimento (que no salió)

9/19/2023
T02XE35 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - El Experimento (que no salió) Cuando quise que me quisieran y no lo hicieron Me gustó, que lo primero que hiciera nada más verme fuera besarme. Abrazarme y besarme en una sana proporción que me hizo sentir bien. Querida. Esperada. Mi tren no había podido llegar por culpa de los destrozos de la Dana de turno y, como soy tan exquisita, lo eximí de que fuera a buscarme a la estación, tal y como habíamos quedado. Donde estaba obligado a besarme. Se lo había dicho: “si vienes a la estación tendrás que besarme; tú mismo”. Desde el principio dejamos claro que sería un experimento al mismo tiempo que nos halagábamos y calentábamos. No demandó demasiado desnudo, cosa que agradecí, no porque no me gusten, porque aún me cuesta verme. Recuerden, yo tengo las tetas feas. Pero desde que estoy en el Cuartito Oscuro, mi autoestima va mejorando. Porque en la terapia de grupo nos marcamos un fototetas y hacemos no solo que nos veamos, sino que nos alabemos. Empezamos a gustarnos… Llevamos más de un año. El caso es que me presenté en la casa en la que estaba el susodicho. Apartamento. Una única habitación. Mucha luz. Decoración minimalista muy bonita. Mobiliario todoterreno pero estiloso. Una bendición. Abrió la puesta me abrazó y me besó. Qué bonito, esto, Caballero. Llamaremos caballero a, este, mi último amante, porque es, además, el hombre de más edad con el que he tenido sexo. La primera vez hace diez años. Una cosa esporádica, fortuita y divertida que, por supuesto, ya les he contado en, este mi podcast del alma. Y él lo escuchó. Y le gustó. Y me mandó un mensaje lindísimo agradeciéndome que escribiera tan bonito de nuestro encuentro. — ¿Dónde estás? Voy a Madrid cuatro días. “Por este mes, estaré aquí”, escribió en el chat. — ¡Qué bien!— Pensé. Y decidimos regalarnos esos cuatro días para nosotros. Para vernos. Para contarnos. Para intentarlo. “Solo 4 días. No voy a ser ni tu novia ni tu amante fija”, le dije en un mensaje. “No quiero”, contestó. Era perfecto. Me gustó cómo me recibió y lo fácil que fue todo. Un beso despacio, largo en la puerta de su apartamento,donde llegué con una maleta y una mochila repleta de cosas ricas de Almería para las cenas. La vena de cuidadora que no falte, con lo mona que quedo comiendo en la calle pero deduje que aquel no querría pasearme por Malasaña; que yo supiera, tenía pareja desde hace años. Pero no pregunto. Yo dejo. Y entré en un apartamento en el que vivía solo y en el que no parecía que hubiera necesidad de más cepillos de dientes en el cuarto de baño. A mí me encantó. Me desnudó rápido. Me quiso pronto y me tuvo inmediatamente porque yo venía a eso, a estar 4 días con un amante. Se quitó la camisa, blanca, impecable, y lo vi extremadamente delgado. No lo recordaba tan flaco. El verano no ha sido su mejor momento por el color cerúleo que lucía, contraste con mi moreno cabogatero. Me besó y besó. Hasta comerme todo lo entera que se me puede comer. Abrió mis piernas y lamió con cuidado, sabiendo perfectamente cómo hacerlo y haciéndolo. Este ha estado años con una buena mujer que ha invertido horas en no quedarse a medios. A la que el resto de la humanidad le agradecemos su generosidad. Lo comía bien. Pero yo no me corrí. Disfruté, sí, me lo pasé bien, también. Pero no me corrí. No consiguió que llegara donde llego con otros amantes. Me gustó mucho su polla. Recia. Gorda. Tamaño medio pero potente. Me sorprendió por la edad, siempre he pensado que los sesenta es una edad maldita. Pero no. No lo es. No lo es en absoluto. Me gustaba follar con él, claro que me gustaba. Gemía yo más, porque soy más exagerada. Él murmura, no habla, susurra sus dudas, no las manifiesta. En todas las conversaciones que pudimos tener dejamos constancia de lo poco que nos parecíamos. En pensamiento, palabra y obra. Pero sin culpas. Chupársela fue una delicia. Porque era preciosa, porque estaba dura, porque me cabía entera hasta el fondo...

Duration:00:21:42

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T01XE34 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Carne joven - Episodio exclusivo para mecenas

9/2/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE34 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Carne Joven Me entró por MetaverxApp, donde entran todas las personas que quieran. Al principio, lo hizo dedicándome palabras preciosas, intenciones sexuales y ganas de saber más de mí. “Tengo 23 años y me mide 23 centímetros”, me escribió. Yo le expliqué que no funcionaban así las cosas, que yo no mantenía contacto con cualquiera y que, el tamaño de su verga me era absolutamente indiferente. Entonces me contó que estaba acostumbrado a las señoras de mucha más edad porque a él quien más lo excitaba era su madre. Este es uno de los grandes temas que trato. En los acompañamientos trato a un joven de 25 años que lleva dos acostándose con su madre y a las sesiones viene hasta la madre porque se sienten tan culpables que es imposible que lleguen a disfrutar de los encuentros. “El pecado es demasiado grande”, dice ella. Y yo le digo que ningún Dios puede meterse en su placer, sea el que sea. Jarkin aspiraba a eso. A follarse a su madre. En su caso, la espiaba cuando iba al baño o a su cuarto a desnudarse. Cogía sus bragas del cesto de la ropa sucia y las olía, escuchaba cuando ella se masturbaba y lo hacía al tiempo imaginando que estaban juntos. Jarkin estaba loco por su madre, un pedazo de señora de 52 años, preciosa, que se desvivía por su único hijo. Del padre no comentó nada, así que di por hecho que no participaba en la ecuación. Jarkin quería saber cómo acostarse con su madre y si, de hacerlo, estaría haciendo algo prohibido. Prohibido. Pecado. Mal visto. El incesto es una de las sexualidades más vilipendiada porque siempre pensamos en el abuso de menores pero, ¿qué ocurre cuándo ambos son ya adultos? ¿Puede un padre acostarse con su hija de 25 años? ¿Y una madre con su hijo de 23? Sobra decir que el tema me parece apasionante y, como investigadora sexual que soy, quise seguir hablando con Jarkin. Me contó que sabía muy bien cuándo su madre se masturbaba porque la oía gemir en su cuarto. Él deseaba ser el que estuviera con ella e imaginaba meterse en esa cama y tener todo el sexo que imaginaba con su propia madre. —Tiene el cuerpo más bonito del mundo, es guapa, divertida, la pena es que yo sea su hijo y no pueda ser su pareja. Pero si ella quisiera… Si ella quisiera lo sería todo. Una mañana me sorprendió tener un mensaje suyo tan temprano. Lo había mandado a las 3 de la mañana, pero yo lo leí a las 7. “Anoche mi madre me dejó que le metiera los dedos”— Apareció en mi móvil. Aquello me descolocó. Hasta entonces, creía estar tratando a un joven que sentía atracción sexual por su madre, pero, en realidad, era un chaval que mantenía sexo con ella. El epicentro de la cuestión era otro. Estuvimos hablando más de una hora. Yo le pregunté cómo se sentía, él estaba pletórico. Aseguraba que le había encantado notar la humedad de su madre, escuchar sus gemidos al ritmo de sus dedos y hacerlo como ella le indicaba hasta conseguir que se corriera en sus manos. Jarkin se sentía muy poderoso después de aquello. —NO ha querido que durmiéramos juntos, pero para mí es como si ya formara parte de su ser. Jarkin se había eregido ya en amante y aspiraba a que lo que había sucedido se repitiera muchas más veces. Pero la madre no pensaba lo mismo. Para la madre, parecía que había sido un error fruto de un calentón mal apaciguado. Lo cierto es que su hijo la había masturbado y ella se había corrido. Jarkin estaba tan emocionado que no dejaba de contármelo: — Yo solo hice ruido para que ella supusiera que la estaba oyendo, entonces, me llamó. Me explicó que necesitaba darse placer porque estaba sola y es demasiado joven como para conformarse. Y yo le dije que siguiera. Que me gustaba que lo hiciera. Entonces cogió mi mano y la puso encima de su coño. “Hazlo tú”, me dijo. Jarkin siguió las instrucciones de la madre. “No tan deprisa”, “más en...

Duration:00:19:16

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T01XE33 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - El actor argentino - Episodio exclusivo para mecenas

8/29/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE33 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - El actor argentino Empezamos a hablar por twitter como hace todo el mundo. Él contestó a una foto que puse de un cenicero mío, comprado en la India y me dijo que tenía uno igual desde hacía 20 años. Así empezó nuestra conversación. Ni siquiera le di mucha importancia a que fuera un actor conocido, con múltiples premios y cierta fama de conquistador. A mí me cayó bien porque ambos teníamos el mismo cenicero de la India. Era argentino, muy guapo y de esos tipos que difícilmente te disgustan. Por las conversaciones por twitter supe que era de River, un equipo de fútbol del que eran muchos de los amigos que tenía mi marido, lo que hizo que no nos faltara de conversación. Entre eso y que a los dos nos gustaba Hanik Kureishi, había días que podíamos hablar durante horas. En julio siempre me he quedado “de Rodríguez”. Mi pareja y mi hijo se iban de vacaciones y yo me quedaba trabajando. Yo iba los fines de semana al pueblo y así formábamos parte de la mayoría de los hogares españoles, solo que, en mi caso, la que trabajaba era yo. Mi marido se dedicaba a tocarse el nardo. Y yo lo consentía. Una tarde, mientras moñeaba por twitter me llegó un mensaje del actor. “¿Dónde estás?”, yo para no explicarle mucho, le mandé mi ubicación: Plaza Mayor. Durante cinco años viví en la Plaza Mayor, no solo fui inmensamente feliz, eso me situó en un lugar privilegiado para poder quedar con cualquiera. “¡No me lo creo! Yo estoy en una bocacalle. ¿Quedamos?”. Aquel “¿Quedamos” me encantó. Claro que quería quedar con él. ¡Quién no querría quedar con él! Nota en un bar de la Calle De la Cruz. Cuando entró él, toda la barra se giró para observar cómo avanzaba hacia mí y me saludaba. Llevábamos tanto tiempo hablando por twitter que era como si nos conociéramos, cuando en realidad, no sabíamos nada el uno del otro. Me dio un abrazo subiéndome en volandas. Era alto, fuerte y muy guapo. Los dos lucíamos sendas sonrisas que demostraban que estábamos disfrutando con aquel encuentro. Me contó que estaba divorciado, que tenía dos hijos ya mayores y que estaba en España rodando una película. Por eso estaba tan cerca de la Plazas Mayor, porque la productora tenía un apartamento en esa zona para los actores que trabajaban con ellos. Era más barato que un hotel y les daba la misma intimidad. A mí me pareció la mejor solución para estos casos. Cenamos en un italiano. No sé por qué, yo que jamás ceno pasta, elegimos un italiano. Yo me conformé con una ensalada de esas que hacen los italianos con bresaola y él se pidió una fuente de espaguetties. Y digo fuente porque avisó al camarero de que, por favor, no le pusiera una única ración, que convenciera al cocinero de que el argentino venía con hambre y no tenía problema en pagar el suplemento. Sus spaghetti alle vongole eran sublimes. Durante la cena nos centramos en nosotros. Ya nos habíamos situado como personas (yo con marido, él divorciado), seguimos hablando de intereses, de política, de cómo estaba el mundo y cómo aspirábamos que estuviera. Reímos y nos acercamos cada vez más el uno al otro. Hasta que llegó las horas de las copas. Su propuesta fue aceptada inmediatamente: quería que nos fuéramos a su casa a tomar un gin tonic. La casa era un apartamento precioso, con cocina americana, dos habitaciones y un salón decorado con un gusto exquisito. — ¡Qué bonito!— dije. — Sí, ya sabes, producción siempre intenta que estés a gusto. Gintonic para dos y música de Pink Martini. Me encantó que eligiera a uno de mis grupos favoritos. Parecía que el actor y yo teníamos en común muchas más cosas además del cenicero de la India. Empezamos a besarnos al segundo sorbo. Sus besos eran perfectos, de esos que se amoldan a tu boca y a tus labios, que te acarician con la lengua, que te muerden tenuemente. Sus manos empezaron...

Duration:00:18:12

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T01XE32 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Esperando que salga Javier (para follarlo) - Episodio exclusivo para mecenas

8/21/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE32 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Esperando que salga Javier (para follarlo) NO lo vamos a negar, yo soy muy de chiringuito. Si pudiera viviría en verano en uno. Uno en el que hubiera una hamaca, una plancha para cocinar, estuviera en la playa y a las puestas de sol vinieran los vecinos. Por eso parte de la vida que me he construido pasa por tener algún chiringuito que pueda ser de referencia. Y aquel lo era. Sardinas, raya, jureles, cazón y bacalao. Costillas, lomo, salchicha, morcilla y longaniza. 10 tapas. La cena perfecta para dos, fueras con quien fueras. Acostumbraba a ir más sola que acompañada a tomarme dos. Solo dos. No llegaba a los 10€, cenaba y escribía en mi diario, porque al chiringuito me bajaba sin el móvil, solo con mi diario, a exorcizar dolores y a buscar placeres a los que sucumbir. Dos vinos muy fríos y una tapa de pescado y otra de carne, “lo que quieras tú”, le decía al camarero y me dejaba mimar por cualquiera de los cuatro que había. Uno para cada flanco. El dueño era un borde, que no quería líos pero muy torpe. Con un hijo aún más torpe. Aún más. Pero hacían una brasa muy rica y el pescado, aunque escaso, estaba bueno. Lo mejor de este chiringuito es que estabas con los pies en la arena. Aquello era enorme. Me gustaba ir sola al chiringuito. Mucho. Me metía en mi burbuja y disfrutaba de mi vida. Todos los camareros me tuteaban menos uno. Dos eran del pueblo, estaban hartos de verme y otro era de Almería, pero trabajaba desde hacía años en el chiringuito cada temporada. El cuarto era el que me hablaba de usted. “Doña Tana”, sonaba a rancio abolengo. Por más que le dije que bastaba con “Tana”, no paró. “Es mi educación”, me dijo a la tercera que lo intenté. Y lo dejé. Mi vida judicial aceleraba. Tres años de cárcel, diez mil de indemnización y la obligación a no hablar en mi vida de alguien de quien no había pronunciado su nombre. Demasiado complejo para una mente basta como la mía. Pero tenía abogado nuevo, que era un primor, un señor que creía en Dios, se había casado por la iglesia y tenía un hijo bautizado. Conservador. Pero que me dijo que me llevaba el caso porque era un caso lo suficientemente goloso que íbamos a ganar. Y le creí. Con estas, Javier, que así se llamaba el camarero del chiringuito que me llamaba de usted, las noches que iba sola hacía para quedarse hablando dos minutos en mi mesa. Mira que era guapo. De esos guapos que me gustan a mí: grande, ancho, calvo, con barba. No sé por qué me he aficionado a ese modelo y en ese me he quedado. Javier era encantador y me hacía gracia su manera de llevar la bandeja, parecía que ni siquiera estaba sobre sus dedos, pero lo que más me gustaba era como me trataba y lo educado que era. Javier iba ganando puntos. Aquella noche volví sola. Diario en mano y la más firme intención de enterarme a qué hora terminaría Javier. Pedí mis consumiciones, no di nada la plasta y cuando pagué, simplemente, le pregunté. —¿A qué hora sales? Me encantó que saliera a media noche. Porque a media noche ya no hay casi gente por la calle y no tendría que dar muchas explicaciones. Esperé en poyete de la playa, un poco alejada del chiringuito pero lo suficientemente cerca para que todos tuvieran que pasar cerca cuando salieran. Javier se plantó delante de mí. —¿Qué haces aquí? —Pensé que te gustaría que nos tomáramos una. La primera entró deprisa, quizás por los nervios. Pero entró rápida y veloz para animar a la segunda. Yo no acostumbro a beber demasiado, así que no quise seguir con copas. Javier tenía que conducir, tampoco le interesó. La conversación fue deliciosa. Me contó cosas de su hija, a la que no veía desde hacía 9 años porque la madre no quería. Me contó cosas de su familia. Eran gitanos aunque tuvieran la piel clara y él trabajaba en la hostelería desde los 16 años. Yo le conté mi vida,...

Duration:00:19:01

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T01XE31 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Corina, la periodista - Episodio exclusivo para mecenas

8/7/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE31 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Corina, la periodista Fui a aquella entrevista con muchas expectativas. Era para un programa de entretenimiento, para la sección de actualidad, lo típico. El caso es que les parecía perfecta para el espacio y yo me lo creí. Por causas divinas que no entiendo, tanto ellos como yo pensamos que sería buena idea. La prueba fue un éxito. Me hicieron preguntas más o menos del momento y les parecí lo suficientemente ingeniosa como para tenerme entre las colaboradoras. Empezaba a la semana siguiente, con viaje, incluido a Madrid. Solo hay un tren que vaya de Almería a Madrid al día, igual que, solo puedo coger un tren de Madrid a Almería que me permita llegar a casa en el día. Por eso si tengo que estar un jueves en Madrid, a veces me tengo que ir el miércoles, si la entrevista o el trabajo es por la mañana o me toca quedarme a dormir si la cita es por la tarde. Encaje de bolillos para cuadrar trabajo con viajes y que no me toque estar mucho en Madrid. Si puedo, una noche nada más. El programa era por la noche. En directo. Prime time. Así que viajaba el mismo día del programa, dormía en Madrid y regresaba al día siguiente. Es una paliza que termina traduciédonse en que duermo en el tren. Llegar al hotel pasadas la una y media y despertar a las 6 y media para no perder el tren de las ocho, hace que sea una piltrafa en mi asiento y me deje mecer por el meneíto. Me gustan los viajes en tren. Sabía que estaría destrozada pero me encantaba participar en el programa. La sorpresa vino en cuanto entré en plató. Por costumbre, los invitados a un programa no sabemos quiénes son los demás participantes hasta que no llegamos, como poco, a maquillaje. Allí te encuentras con los que pasan por “chapa y pintura” como tú. Y te vas haciendo una composición del tema. Cuando la vi, recuerdo que pensé, “por favor, que venga a mi programa”. Aquella mujer me gustaba desde hacía tiempo. Llevaba viéndola en televisión años, sabía de su trabajo en prensa, me había leído hasta un ensayo suyo sobre la infidelidad en el que me había sentido muy reflejada. Sentía a Corina Michavila un poco de las mías. No dije nada, solo me senté en mi silla y me dejé tunear para convertirme en el pibón que la tele demanda. Cuando pasamos a la sala de espera confirmé que sí, que la periodista iba al mismo programa que yo. Y me alegré. Al principio, me ignoró. Fue muy educada, saludó con una inmensa sonrisa, pero nada más. Fue en plena acción donde fui consciente de su poderío. Corina Michavila era contundente, rápida, contestaba con habilidad, buenas palabras y un tono de voz tan contundente que era complicado rebatirla. Manejó el cotarro como pocas. Yo estaba fascinada con su bendita presencia. Pero en un momento del debate, las dos hicimos comandita. El tema era para ello: acoso en redes sociales. Y, de las que estábamos allí, sin duda, éramos las que recibíamos las fotopollas. Corina y yo hicimos un alegato magnífico cogidas de la mano. Aquello hizo que me prestara atención. En cuanto terminamos el programa hizo lo posible para ir en el mismo coche que yo camino del hotel. Se notaba que había ganas. — Oye, te tenía yo muy descontrolada. Sabía de ti, pero me ha encantado conocerte— Me dijo en el asiento de atrás del coche. — Igualmente. A mí me ha encantado también. Hicimos el camino hablando de idioteces, del trabajo, del calor, de dónde iríamos de vacaciones si pudiéramos, hasta que llegamos al hotel. — ¿Te tomas una?¿Una sola? En el hotel quedaban unos pocos en el bar, tomándose sus copas. Un par de parejas y un grupo de varios hombres dispersos por la sala. Corina y yo nos quedamos en la barra. Gintonic ella, agua con gas, yo. Empezamos a hablar con tanta facilidad que parecía que nos conocíamos de toda la vida. Corina me contó lo difícil que había sido su...

Duration:00:25:36

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T01XE30 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Cuando dejamos de soñar con ser princesas - Episodio exclusivo para mecenas

7/31/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE30 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Cuando dejamos de soñar con ser princesas (para ser putas) Necesitaba los 40 mil euros en una semana. 40 mil. Era la fianza que me había puesto el juez por haber contado mi vida en redes sociales y haber llamado paleta de invernadero a una que se creía la marquesa de Foie grass. A mí me sorprendía que aquello hubiera llegado tan lejos pero, aunque suene de locos, habían pedido dos años de cárcel para mí. No tengo antecedentes, se quedaría en antecedentes penales. ¿Podría vivir con eso? Sí. Con que me dieran oportunidad de contar quién y por qué había sido denunciada. Ese monólogo, lo bordo. Aquello me descolocaba mucho, hacía que fuera más torpe. Me encerré más en mi casa y esperé a que se sucedieran los acontecimientos. Tenía un abogado nuevo. Y este, parecía hasta bueno. Bueno, necesitaba 40 mil. Más 60 mil que debía, 100 mil. Eso hubiera sido lo que me hubiera tenido que tocar en la Primitiva para que mi vida se resolviera. Estas cosas pasan. Dudo que sea la primera. 40 mil eran los urgentes. Eso si quería que no me embargaran mis bienes. Hay locas que te destrozan la vida, sí. Las que se creen que son estrellas y son basurita. Me acordé, entonces, de él. En realidad nunca se me había ido de la cabeza. Por muy digna que yo me hubiera puesto, por muchos vídeos que me hubiera hecho explicando lo del millonario, lo cierto es que yo no había olvidado la propuesta de aquel tipo. Lo dijo muy clarito. — si te acuestas conmigo te daré 40.000 euros. Pero te quiero desnuda en mi cama chupándome la polla. Yo me reí. Me reí como me río cuando me preguntan, después de 17 años, si he sido infiel. — ¿Está usted idiota? Por ese dineral, no se preocupe, encontrará quien se la chupe. Pero yo necesito desear para que me acueste con alguien. Así de digna soy. Su oferta había aparecido en mi móvil. Nos habíamos conocido en la Cadena Ser, donde fue a una entrevista, era un triunfador. Yo le di mi móvil no sé por qué. Porque me lo pidió delante del director general y no era plan de ponerse chula. Me había dado cuenta de que se la había puesto dura en cuanto me conoció y albergué la esperanza de que no lo usara. Pero lo usó. Lo usó para intentar verme, que quedáramos, que cenáramos, que pasáramos un rato juntos. Qué pereza. Lo fui esquivando más o menos hasta que me hizo la oferta: 40 mil euros por un polvo. Yo no me tenía que quedar a dormir, como siempre hacía. Torció el gesto. “Quiero 24 horas. Ponte precio para pasar 24 horas conmigo”. quería “lamerme entera, verme desnuda, que me pusiera a cuatro patas y me la metiera por detras”. Eso escribió y pidió por el precio. Qué pena ser promiscua pero no frívola, de verdad. Con lo bien que me hubiera venido que me diera lo mismo con quién follar… Mi abogado lo sabía. Por eso lo dijo. Dijo que lo llamara. Que le dijera que sí. Que me lo follara, cogiera el dinero y lo pusiera como fianza. Es la ley, no lo que es justo, Tana. El mensaje lo dio mi socio. Lo obligué a que lo hiciera él. Habían pedido dos años de cárcel y 10 mil euros de indemnización, “escribe al millonario ese y dile que sí, que se la chupo pero por 50 mil”. Mi pobre lo hizo sin rechistar. Dos días después, si Jose el de Cajamar se dio cuenta de que me ingresaban 50 mil euros, seguro que pensó algo bueno de mí. Nunca se imaginaría que era el precio que le había puesto a mi sexo y que un millonario madrileño iba a pagar. Desayuné café con leche la mañana de aquel miércoles en el que la Aplicación del banco me avisaba de la entrada del dinero. Terminé el café con leche tranquilamente, sabiendo que ese fin de semana tendría que estar en Madrid. Antonio no me gustaba. No me había gustado en la entrevista en lo que lo había conocido, no me había gustado en la conversación en el pasillo, del brazo del director general y no iba a...

Duration:00:26:02

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T01XE29 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Mi primera orgía - Episodio exclusivo para mecenas

7/16/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE29- Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Mi primera orgía Aquella oferta no me la esperaba. Que yo era la del sexo empezaba a ser una realidad, pero apenas llegaba al punto en el que me encuentro ahora, que lo soy para cualquiera y cualquiera cree que eso le da algún derecho. Es muy complicado hablar de sexualidad sin que algunos crean que es que estás disponible y, precisamente, eso es lo que menos estoy. Solo la inteligencia me excita. Solo el coco de una persona hace que mi cerebro me mande las señales para que intente estar con ella. Siempre había sido así hasta que Guillermo me invitó a aquella fiesta. Una fiesta que recordaré toda mi vida. Mi primera orgía. El encuentro tuvo lugar en una discoteca desconocida de Madrid, por la plaza de los Cubos. Era una fiesta preparada por un grupo de amigos que querían que el sexo fuera el lazo de unión. Había un código claro de vestimenta: había que ir sin ropa o con ropa interior. Y, como me daba apuro aparecer en bragas y sujetador, me puse uno de mis vestidos lenceros, esos que uso como camisón y que tanto me gustan cuando tengo tema. A la entrada, un nutrido grupo de personas, todas con poca ropa. Un par, envueltos en impresionantes trajes de látex. “Gomosos” los llaman. Una sensación que ojalá algún día pueda tener, porque pocas cosas me excitan tanto como las caricias sobre el látex en mi piel. Pero no he tenido (aún) la suerte de que me inviten a un acto de gomosos y me presten un traje. Tengo esperanzas, muchas. Ojalá pronto. Guillermo y yo accedimos sin problemas a la fiesta. Habría como un centenar de personas. De todos los tamaños, de todos los colores, de todas las formas. Un revolutum magnífico de personas dispuestas a tener sexo y a disfrutar con él. Me excitaba verlos. Una chica muy delgada, con el pelo rosa muy largo le comía la polla a un tío de enormes dimensiones. Él apoyaba la mano en su cabeza tenuemente, dejando que hiciera y disfrutando de la mamada. La mujer acariciaba sus huevos, se la metía en la boca y la baboseaba para que resbalara mejor. Él gemía d e placer junto a la escalera dándonos la bienvenida. Guillermo conocía a muchos de los que estaban y me los fue presentando. Un hombre de unos cuarenta años se paseaba completamente desnudo con un collar en su cuello del que pendía una cadena que amarraba una mujer, también desnuda completamente. De vez en cuando, él se paraba y se volvía a ella para lamerla de arriba a abajo, siguiendo sus instrucciones, haciendo todo lo que deseaba. — Ahora, el coño (mujer) Dijo en un suspiro. Y allí entró él, entre sus piernas, abriéndole los labios completamente rasurados para lamerle el clítoris. La mujer subió una de sus piernas y la apoyó en una de las mesas de la estancia para dejarle el suficiente ángulo. Como un perro, la lengua del hombre empezó a lamer con rapidez y gusto mientras ella se derretía. Reconozco que me ponía muy cachonda estar rodeada de gente que fornicara. Pero no era lo único. El local, compuesto por tres salas, tenía una donde fui testigo de mi primera sesión de spanking. Montse era una mujer preciosa. Morena, alta, con un bonito cuerpo y una boca dibujada para el deseo. Su marido, Víctor, era un hombre también muy apañado. Un poco más alto que ella, muy delgado y fibroso y con un aspecto de dandi con aquella barbita tan bien recortada. Estaban magreándose cuando él le dio la vuelta y ella lo invitó con su culo. Se lo ofreció. Víctor sacó una pala de madera y la dejó caer, con toda su fuerza, sobre el culo de su amada. ¡PLas! Resonó en toda la estancia. Argggghhh, gimió ella. A partir de aquí se sucedieron los azotes. Seguidos. Uno detrás de otro. Víctor le decía de todo, desde amores hasta insultos. — VAmos, putita, te mereces todo. Todo te lo mereces. ¡PLas! Montse se retorcía de placer y también de dolor. Su culo iba poniéndose...

Duration:00:17:43

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T01XE28 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Pienso en un trío en la cama - Episodio exclusivo para mecenas

7/9/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE28 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Pienso en un trío en la cama Escucha este episodio completo y accede a todo el contenido exclusivo de Diario de una Amazona (con Celia Blanco @latanace). Descubre antes que nadie los nuevos episodios, y participa en la comunidad exclusiva de oyentes en https://go.ivoox.com/sq/1765797

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T01XE27 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Dejar un bonito recuerdo - Episodio exclusivo para mecenas

7/2/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE27 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Dejar un bonito recuerdo Lo mejor que me ha pasado en la vida es tener una pequeña recua de amantes de los que me acuerdo. Tener de esos que dejan una huellita, por pequeña que sea, en el corazón y en el alma. Mi canadiense es uno de esos que, si me paro a pensar, no podría recordar cómo era el sexo con él, pero todo él me gustará siempre. Por su educación. Por su sonrisa. Y porque me ha dejado que yo recordara sus polvos como lo más bonito del mundo porque lo que recuerdo es lo bien que me lo hizo pasar. Nos reímos, me acarició mucho, me dijo muchas muchas muchas veces lo bonita que era. Me hizo creerme alguien. El del premio es otro. Y mira que el pobre no pudo. Me lo avisó antes de desnudarme: “No se me va a poner dura” y así fue. No se le puso, por mucho que lo intentara. En este caso lo abracé. Y me empeñé en quererlo mucho. Metía su polla flácida en la boca arropándola con la lengua para que no se sintiera tan sola. Lamía con gusto porque él me gustaba mucho, entera y hasta los huevos, masturbándolo con la mano, intentando que aquel trozo de carne inerte se encabritara con mi despliegue. Sin prisa. Con placer. Con gusto. Besándolo al tiempo. —Te vas a aburrir, Tana, no se va a poner dura. Y, entonces, me abrió de piernas y me lamió con sumo gusto, empeñándose en que yo sí que sintiera… Ahhh… ahhhh… ahhhhh —Me gusta tu coño, señoritinga. Me gusta cómo te mueves cuando lo lamo. Me gusta meterte los dedos por el agujero y notar que estás empapada. Yo chorreaba, literalmente. Yo chorreaba con aquella comida de coño de un tipo que acababa de llegar de muy lejos y que se había presentado en La Venencia, a conocerme, porque me había leído, me había escuchado, me había visto. Ahora que ya no soy la mujer que él conoció me acuerdo de cómo me comía el coño, porque me lo comía muy bien. Me gustaba su ritmo de lamida. Rápida y certera, no dejándose nada a medias. Me gustaba que me metiera los dedos, que me follara con sus dedazos, que se tomara el tiempo necesario en hacerme gozar. Yo intentaba alcanzarlo. Mesaba su larga cabellera, más larga que la mía, entre mis piernas. A mí aquel hombre me gustaba. Me gustaba que hiciera aquello que hacía. Su lengua en mi clítoris me dio más placer del que me habría dado, seguro, con la polla. Lamía y metía. Metía sin dejar de lamer. Lamía sin dejar de meter… me volvía loca. Me corrí. Tuve que correrme con aquel hombre empeñado en que me corriera. Pero entonces quise más y quise que me dejara a mí. Me puse cómoda. Todo lo cómoda que puedo ponerme con mi metro setenta y cuatro de estatura. Me puse cómoda para chupársela bien. Para que el tiempo fuera igual de inexistente que lo había sido para mí. Y volví a su polla. A chuparla. A acariciarla. A sobarla. En la boca no dejaba de lamerla y chuparla. Aquello me provocaba mucha baba que hacía un sonido particular. A comida de polla. A quererte un poco más, a metérmela entera en la boca para quererte así. Cogiéndola y acariciándola, meneándola para que empezara a engordar. La mano en el tronco, de arriba abajo, regodeándome en su glande con los labios y con la lengua. Queriéndola de verdad, para que pudiera revivir como revivió dentro de mi boca, donde notaba que engordaba gracias a mis caricias y a mis lamidas. Empezó, sí, se hichó. Él empezó a gemir y a tocarme la cabeza acariciándome el pelo animándome a seguir. Y yo seguía, claro que seguía,porque el sabor de aquella polla que había empezado inerte y que se había endurecido se me antojó al sabor del triunfo. —- No sé cómo lo has logrado.. No sé— Acertó a decir mientras yo lamía aquella polla bonita, dejando que se corriera en mi boca, tragándome la lefa entera, sabiendo que aquel hombre, por mucho que no volviéramos a encontrarnos, se había quedado con un bonito recuerdo mío, que es lo único...

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T01XE26 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco @latanace - Lo que esperas de la noche de San Juan - Episodio exclusivo para mecenas

6/19/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE26 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Lo que esperas de la noche de San Juan Recogí las miguillas de naranja y coco de mis pasteles y las chupé con el dedo. Quería hacer lo que me tocaba a las diez de la noche. Un encuentro sexual con un señor de Cuenca capital. Un señor encantador, muy educado que suspiraba por mí pero no por que estuviera buena. Necesitaba a alguien con quien hablar. La primera prostituta a la que entrevisté, Gladys, una de la C/Montera que, si la ven,mándenle muchos besos de mi parte, me dijo que la mayoría de los hombres que reclamaban sus servicios lo que querían era hablar. Contar sus penurias, sus dolores, sus complejos, sus martirios y que fuera una mujer la que los escuchase. Yo hago eso. Ese es mi trabajo. A mí me gusta cuando el padre que está tan bueno nota que su hija siente interés por él y no sabe manejarlo. Su hija. Esa que es un quesazo. Quería comerme todas las miguillas igual que quería entrevistar a ese padre que guardaba fotografías de su hija en ropa interior en su móvil y que, aseguraba, no habían tenido nada. Yo tengo fotografías de algunos amantes en ropa interior. Pero me los he follado antes. Yo quiero investigar todo lo que es posible hacer. Por ejemplo, a mí, que me gusta que me aten, me imagino que amarran las muñecas al cabecero y los pies al somier y me lo comen. Despacito. Pasando la lengua por el clítoris, apartando con los dedos los labios protectores, metiendo los dedos en el agujero que chorrea… Chorrea por ti. Por ti. Yo quiero que aparezca Marina, claro que quiero que venga. Que se venga desde Barcelona a pasar la noche de San Juan y a que no caiga en la maldición Sanjuanera, la que dice que, si no follas, tu verano será una mierda. Quiero que venga Marina para que quememos las 3 cosas de las que queramo desprendernos, yo la foto del Malecón, de Cuba que me encantaría que alguien la comprara porque es una buena foto, pero por eso será mágico si termina engullida por las llamas de mi hoguera de San Juan 2023. Yo, que haré sangría, pero solo para los de mi casa, así que traigan lo que vayan a beber… Bajaré comida, si es que tengo entonces, pero bajaré lápiz y papel, para que quememos 3 cosas malditas de este último año sanjuanero y yo lo haré. Para saltar tres veces. Una por mi hijo, otra por mí, otra por el que se va a morir. Y quemar los deseos 3 deseos. Para que, al menos, se te cumpla uno. Uno que tenga que ver contigo, solo contigo. “Que este año me venga a ver más que nunca y pase dos días al mes abrazado a mi cuello”. Ese es un buen deseo, ¿no les gusta? Pues ya lo tengo escrito, para que esté. Junto con el de Salud, que es lo único que me importa. Necesito salud para seguir. Para disfrutar. Para sentir más y más placer. Tres deseos, uno salud, otros amor y el último… ¿dinero? Sí. Dinero. Dinero para saldar las cuentas con los que lo miden todo así. Yo, ahora, que no tengo amante. Quiero encontrar una persona a la que le guste cocinar. Que entienda que entre pucheros me curo el dolor del desprecio. Que le guste venir al Cabo. A follarme en las ponientás. A que abramos las puertas de mi habitación para que nos golpee el mar. Hay quien prefiere desnudarme y hay quien me pide que lo haga yo. Yo lo que quiero es estar desnuda porque tardé mucho en aceptar mis imperfecciones. No soy perfecta. No lo soy. Pero mis tetas están duras y se dejan tocar. El pezón se pone duro, a mí me duele un poco de más, incluso. Pero es ese dolor que te excita también. Porque hay una persona que te pellizca los pezones.. Que los retuerce. Que me los muerde. Quiero que esa persona no tenga miedo, que no sea un cobarde, que quiera más. Que no se arrincone en cuanto le diga y, sobre todo, que no desaparezca sin despedirse. ¿Tan complicado es ser educados? Yo, que me planteé ser puta porque el sexo soy capaz de separarlo de mi...

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T01XE25 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Déjeme que se lo demuestre, ama. - Episodio exclusivo para mecenas

6/13/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE25 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Déjeme que se lo demuestre, ama. “Nunca hagas una pregunta cuya respuesta no quieras escuchar”. Me sentó regu ver que me llamaba. ¿Ahora? ¿Ahora quieres que te la ponga dura? Pero es lo que tiene ser la que te brinda la posibilidad de tener el tipo de sexualidad que demandes. Toda yo tengo precio. Enterita. Y, menos follar, que aún se me hace muy cuesta arriba, soy capaz de hacerte lo que quieras. Lo que quieras. A mí, los que pagan por ese servicio (10€ más al mes) pueden llamarme cuando ellos quieran. Sus demandas siempre se cumplen. Tengo la suerte de que me respetan mucho. Son sumisos, les gusto sanota. Pero aquella tarde, después de todo lo que me había pasado, no tenía el coño pa ruidos. Pero los suyos sí debía atenderlos. — “Podemos hablar, ama”— en un escueto mensaje sobre las cinco y veinte de la tarde de un jueves cualquiera después de mandar un mail a tu banco. — ¿Todo bien?— Siempre, primero, que sepa que me intereso por él— Cuando quieras. ¿Qué te apetece esta tarde? —Quiero que me veas desnudarme, masturbarme y, mientras, me digas lo que te provoco. Quiero saber qué remuevo en ti. Uy, qué putada. Lo mejor de mi trabajo es que se conforman con satisfacer su ansiedad, masturbándose con mi voz, con mis tetas, con mi vulva… Depende de lo que paguen acceden a uno u otro contenido. SI lo único que no vendo son mis orgasmos. Esos los brindo a quienes se lo ganan y, sinceramente, son poquísimos quienes lo logran. Mi socio dice que necesitamos porno chupándola. Y a cuatro patas. Quiere que grite cuando me corro. Genial… ¿Con quién? Yo ya he asumido que soy actriz porno, que no puedo usar mi propio nombre porque otra lo fue antes que yo,pero que doy mucho juego para cualquiera que me necesite en su programa de televisión, de radio o de cromos. Todos sabemos que lo hago todo. Todo. Bibian Norai, magnífica productora, directora y actriz dice que se viene al Cabo y pensamos en algo. Y yo solo quiero saber, de verdad, si pagarían por ver cómo me deshago, cómo me derrito, cómo me corro… Que yo soy muy exagerada. —Quiero que me pongas caliente, masturbarme, que lo veas y que me explique qué sientes. Tadeo sabía muy bien lo que quería de mí. Y yo estoy para satisfacer, no para juzgar, si acaso, para aprender. Pasamos al Zoom inmediatamente. Estaba ojeroso. Parecía que el trabajo no le había dejado tregua, no sabía si había viajado, no sabía si había tenido muchas clases, no sabía si había solucionado lo del consultor que, mira tú, se había largado justo cuando tenían ese pedazo de proyecto. “Me cago en mi estampa” tenía escrito en la frente. A mí me emocionó. —¿Qué quieres, Tadeo? Estoy aquí para que hagas lo que yo quiera, recuerda. — Sí, ama. Quiero postrarme a tus pies. Adorarte y darte placer. —¿Tú? ¿Darme placer tú? Para eso tendrás que ser muy bueno, Tadeo. Y no te recuerdo el mejor. —Déjeme que se lo demuestre, ama. Su placer me alimenta. Su delirio me enloquece. Sus gritos certifican que soy bueno y aspiro a ser el mejor. Me habría gustado decirle que yo también lo necesitaba, pero aquel señor pagaba porque yo fuera su ama. Y no soy barata. El sumiso era de los de pasta. Había elegido el formato Premium. Podría reclamar ver lo que quisiera. Es decir, podía pedirme que me desnudara para él aunque yo fuera la ama. El suplemento de+ 450(desnuda) se paga. Si yo le he puesto precio a todo. ¿No les gusto tanto? Y miren que me veo normalita… Pero sé que quieren verme desnuda. Tienen ganas ¿eh? Por eso, cuando me ducho, siempre de noche, después me grabo echándome el aceite. Estoy desnuda, me unto. Me entretengo con mis pechos, los aprieto, los acaricio, intento chuparlos. Ojalá me los chupen la próxima vez que me follen… Porque, ¿querrían follar conmigo? ¿Por qué? ¿Qué expectativas ponen en mí, que solo soy una mujer de 51...

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T01XE24 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Comer coño de forma salvaje - Episodio exclusivo para mecenas

6/8/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE24 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Comer coño de forma salvaje EL FIN DE SEMANA me sorprendió. . Llegó sin que lo llamara. Había sido una semana intensa con asuntos de cambio de abogados, cambio de estrategia, digno capítulo para la serie con ese momento en el que yo me despido de la mujer en la que más más más más he confiado y me dejo seducir por un tipo al que no conozco. Pero trabajaba en un pedazo de despacho de abogados. Y cuando dije “necesito un abogado de oficio” me dijo: “No. Yo quiero tu caso”. Porque mi caso es el de muchas. Porque a mí me ha pasado lo que les pasa a otras tantas. No dejo de recibir mensajes de señoras, que, antes que a mí las dejaron por una mucho más guapa y un poco más joven. Yo tuve suerte; me dejó a los 50. Lo dijo mi madre en cuanto se enteró. “Te hubiera dejado a los 60 y, mírate, nunca unos 50 fueron tan apetecibles como los tuyos”. Pobre Adela, a la que dejó Manuel a los 63 por una de 38 añitos. Con ganas de ser madre. Y que ha dado ya dos. En apenas 5 años… Pobre Anuska, tan lejos de los suyos. Y que el muy cabrón le dijera que la iba a denunciar por loca. Pero Darko no la denunció. Y hubieran dicho algo los guardia civiles si se hubiera presentado en el cuartelillo a denunciar, por loca, a una mujer que trabaja tanto. Porque la @GuardiaCivil sabe, que si un tío dice que su mujer está loca, probablemente tiene miedo de que lo denuncien por malos tratos. Sabe que se le ha ido la mano. Sabe que la ha maltratado. Después de años escuchando que nosotras somos las aprovechadas, todavía quedan señores que no pueden aguantar dos años sin vivir como marqueses. Yo solo desayuno fuera de casa cuando me invitan. No gano para desayunar fuera. Por eso, que ella me invitara me encantó. No me lo esperaba. Regresaba de pasear a #DenverBowie, mi chucho y pasé por el Catrina. Quería un pastelito de la vieja. Esa bendita bomba de relojería que jamás me permito. Son 3 euros el pastelito. Base de galleta con leche condensada y una crema de fruta encima, unos días sandía, otros piña, otros melón. Lo que toque. Pero pasé por la puerta para saludar y Víctor me lo dijo: “Te han pagado un desayuno con pastelito”. No me lo podía creer. ¿Quién? En la terraza había una familia con dos niños muy pequeños que acaparaban toda la atención de sus padres. Por mucho que les gustara, yo era la señora mayor de al lado de Murcia. Un tipo de unos cincuenta y… Con el pelo largo. Gafas. Una mano, la derecha, cortita y muerta. Lo he visto colocarla con la izquierda. Me abraza siempre que me ve, me da dos besos y me pregunta que qué tal estoy. Lo conocí en la casa de alguien con muchos complejos. Cumplía años y no podía evitar presentarme a todos. Y, desde entonces, él me abraza al saludarme. Doy por hecho que se sabe mi vida porque se la han contado. Me gustaría saber si sabrá lo bien que la chupo, porque la chupo bien. Porque sé que es mi boca la perdición. No por ser especialmente gruesa, ni definida, ni siquiera pintada normalmente. Pero mi boca es lo más apetecible del mundo. Porque me gusta mucho chuparla. Soy de las que mete mano por inercia y se la lleva a la boca a la mínima. Sí, se la he chupado a todos los hombres con los que me he cruzado… Aunque hayamos echado un mísero polvo en una nave espacial en el parking de los colegios mayores. Y que nos pillaran. Yo sé que la noche que me dijeron: “Pero, ¿me has puesto los cuernos en estos 16 años?” Contesté lo que más dolió. Lo que más. Y eso que yo seguía con él porque era el que más placer me daba. A mí hay que comérmelo muy bien para que me quede a tu lado. Somos las mujeres las que en enseñamos. Porque yo he dejado en el mercado al mejor comedor de coños. Espero, de corazón, que lo estén disfrutando. Pero, ¿cómo no me iba a reír si todas las Pajas que escribo las escribo pensando en quién mereció...

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T01XE23 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Sexo del Salvaje - Episodio exclusivo para mecenas

5/28/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE23 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Sexo del Salvaje Me costaba mucho ubicarme en aquella historia. Sentía que me quería. Sabía que le gustaba con locura. Pero era incapaz de situarme en el tablero de la relación. Él estaba cómodamente en su casilla: C3, casado y con 3 hijos. Que amaba a su esposa estaba claro. Que a mí no, también. Pero entre nosotros se forjó una relación algo más que amistosa desde el momento en el que nos cruzamos por la estación. Nos miramos de lejos. Como haciendo que no nos veíamos. Él con su impecable camisa blanca, sus pantalones vaqueros, aquellas zapatillas cuya marca no identifiqué y la gorra de béisbol calada hasta el fondo. Llevaba una mochila rarísima. Confieso que me fijé primero en la mochila y después me paré a mirarlo a él. Estaba de espaldas, en el andén, esperando el mismo tren que yo, mirando a que llegara el tren que nos llevaría a ambos a Almería. Eran las ocho menos cuarto de la mañana y la estación de Chamartín era un hervidero. Reconozco que me llamó mucho la atención su tamaño. Tenemos dos metros cuadrados de piel pero… ¿cuántos podría tener aquel hombre? Desde luego más. Cuando se dio la vuelta clavó su mirada en mí. Yo se la sostuve, soy así de chula. Tenía los ojos tan oscuros que no se distinguía la pupila. Era un pozo sin fondo en el que sumergí y no quise salir. No estábamos en el mismo vagón. Eso hubiera sido demasiado fácil. Pero, por supuesto, nos encontramos en la cafetería. Tardamos menos de media hora en levantarnos e ir a desayunar. Yo, café con leche sin azúcar ni sacarina. Él cortado descafeinado y bocadillo de jamón con aceite. Cuando fui a pagar los 2 euros con 30 me dijo la azafata: “La ha invitado aquel señor”. Yo, simplemente le sonreí con mi inmensa boca y me acerqué. — No hacía falta, pero gracias. — Me pareció que podía ser un detalle bonito. NO se lo tome a mal, por favor. Sé quién es. La he escuchado durante años en la Cadena SER. Que supiera quien era me allanó mucho el terreno. Para aquel señor yo era “la del sexo”. Y eso es tener el pabellón muy alto. Uno de cada dos españoles mayores de 50 años tiene problemas de disfunción eréctil según la Asociación de Andrología Española. Yo he debido llevármelos a todos porque, no sé por qué, a muchos les doy pánico. Pero aquel no los había cumplido aún, se le notaba, y crucé los dedos para que fuera uno de los pocos más jóvenes que yo que me gustaran. Charlamos sin parar. Nos contamos la vida. Supe desde el principio que tenía una familia, que trabajaba mucho y que disfrutaba de su vida todo lo que podía. Yo le expliqué la mía. Me habían dejado por una más joven y más guapa que yo después de 17 años, a los 3 meses de comprarnos juntos una casa. Ahora reclamaba los 60 mil euros que había puesto después de no haber trabajado durante 14 años. Y me iban a quitar la casa para subastarla y que yo le pagara mi deuda. Los parados de largo recorrido mayores de 50 años con los que no te casas hacen esas cosas cuando son miserables. Y el mío lo era. Mi melodrama no lo asustó. Tampoco le impresionó. Se manejaba con pasta, hacía negocios importantes y estaba bien considerado en su profesión, una que no entendí muy bien porque a mí, en cuanto me hablan de finanzas, me pierdo. El dinero me importa solo para poder vivir. Si no de qué mi ex había podido robarme durante tantos años… Pero nos gustamos. Se nos noto a los cinco minutos. Así que, cuando llegamos a Almería, en vez de tirar yo sola al Cabo, tiramos los dos. Y, como era de los que soltaban, no quiso ir en el autobús que dura casi una hora desde Almería hasta el pueblito. Pagó los 35 euros que cuesta el taxi como yo hubiera podido pagar el café del tren, pero no el bocadillo. Al llegar al Cabo tiramos, directos para El Bahía. Era el único que podía estar abierto aquel jueves de mayo. El Navas Y el...

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T01XE22 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) -El Ciego - Episodio exclusivo para mecenas

5/21/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE22 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones -El Ciego Italia es el país en el que más aventuras he tenido, sin contar el mío, claro. Me siento unida a este país. Mi mote, Tana, viene de que un compañero de facultad dijo que yo, cuando me enfadaba, era como una italiana de los años 50, una maggiorata. Por mis curvas, por mi genio, por cómo gesticulo y por mi nariz. Supongo que eso ha hecho que sea una de las pocas mujeres que ha estado una docena de veces en el país y jamás ha ligado con italianos. Paso totalmente desapercibida. Riccione es una población en el Mar Adriático muy turística. Pensada para que se llene en verano de turistas y, por su cercanía con la República de San MArino, un bomboncito para las escapadas. Allí me fui para grabar los campeonatos del mundo de atletismo para ciegos; durante años hice estos reportajes para La2 y, me estrené así en las televisiones nacionales. Campeonato del Mundo para ciegos… Ahí es nada. Desde el principio, la relación con los atletas y sus guías fue excelente. Nos alojábamos en el mismo hotel, así que desde el primer día nos conocimos. Yo tenía que grabar también los entrenamientos, así que, temprano, estaba ya en las pistas haciendo mi trabajo. Las carreras se hacen con guía. La guía va por delante del corredor, con un testigo encadenado a otro, de donde prende la persona ciega. Estaban entrenando eso cuando me fijé en el lanzamiento de disco. En el círculo pertinente un inmenso hombre de dimensiones sublimes. Piernas gruesas, espalda inmensa, brazos gigantes. Daba las vueltas exactas y lanzaba con precisión y exactitud. Una maravilla. Me quedé un poco impresionada por lo grande que era. No recordaba haber visto jamás a alguien así. Grabé a los atletas de velocidad y a los de relevos y me fui para los individuales. El del disco, estaba, ahora, con martillo. Y lo hacía con exacta precisión. Cuando terminó, me acerqué a él y me presenté. Él clavó sus ojos en los míos. Estuvimos charlando un par de minutos, los cuales, el hombre no dejó de mirarme. Así que no me quedó otra que preguntarle, me inquietó que no perdiera la vista ni distinguiera ninguna mácula en su iris como ocurría con el resto de ciegos. — ¿Qué lesión tienes en la vista? Parece que ves correctamente. Él soltó una sonora y grave carcajada. — Retinosis quística. Soy ciego desde los 19 años. Completamente ciego. No veo nada. Pero tienes una voz preciosa y sé, exactamente, dónde están tus ojos. Aquello me descolocó. Alfonso no veía nada. Pero había aprendido a calcular dónde estaban los ojos en función desde dónde le llegara el sonido de la voz. Y acertaba. Clavaba sus pupilas inertes en las mías. Y subía las cejas para que pareciera que no era invidente. A mí me tenía fascinada. Aquella noche, en la cena, Alfonso y yo nos sentamos juntos. Me maravillaba verlo hacer, sin ver nada, manejándose perfectamente. Sabía echarse el agua en el vaso y que no se le desbordara, manejaba los cubiertos sobre la carne como si viera. Pero en realidad no dejaba de mirarme a mí, sentada enfrente. Al terminar nos entretuvimos con el café. Y con el café vinieron las risas. Me contó cómo condujo su moto, siendo ya ciego, para despedirse de ella. Si se estrellaba lo daba por buen final. Pero no se estrelló. Completó el camino que hacía desde los 16, se bajó de la moto y se la regaló a su mejor amigo. A mí se me saltaron las lágrimas con aquella historia. Aquella noche no podía dejar de pensar en Alfonso. Me gustaba. Me gustaba mucho. Pero me impresionaba lo de que fuera ciego y que creyera que era por pena. La caridad es algo que me repugna tome la forma que tome. Y no quería que creyera que la sentía hacia él. Al día siguiente seguimos con las grabaciones para volver a cenar juntos y en esa cena saltaron todas las chispas del mundo. Subíamos a las habitaciones en el mismo hotel,...

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T01XE21 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La Voz - Episodio exclusivo para mecenas

5/14/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE21 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La Voz Del episodio debo deciros que para mí es el mejor de todos los que ha hecho. Es el más limpio y, a la vez, más morboso y sexual. Me gustaba su voz. Sí, su voz. Era una de esas voces perfectas, sin maquillaje, sin dudas. De las que entran por el oído para quedársete en la cabeza y, en mi casa, envolvía todo mi cuerpo. Lo conocía de coincidir con él en el autobús para ir a trabajar. Los dos estábamos en la misma televisión y el viaje significaba poder conocerse. Reconozco que su físico ayudaba pero que no era lo importante. Era guapete, sin más. De estos que te hacen gracia pero no sabes por qué. Yo sí lo sabía. A mí lo que me había conquistado había sido su tono de voz. Tuvieron que pasar muchas mañanas hasta que hiciéramos aquel viaje que nos unió. AL principio, solo nos decíamos “buen día” y cada uno se ensimismaba en sus cosas, casi siempre un libro o una revista, lo que hace todo el mundo. Aún no existían las redes sociales y los móviles no daban más que para sms. Pero a nosotros nos mandaron a los dos, a cada uno en nuestro programa, al mismo sitio, por eso cuando coincidimos en el avión camino de Los Ángeles, no nos quedó otra que alegrarnos de la buena suerte. Él iba para hacer un reportaje en el programa en el que estaba. Yo, para lo mismo, pero para informativos. Su Alteza Real el Príncipe de Asturias viajaba a Los Ángeles en uno de sus viajes preparativos para cuando ascendiera a Rey y su simple imagen ya estaba lo suficientemente revalorizada como para que en todos los programas quisieran la noticia. El viaje a Los Ángeles es un suplicio. No hay vuelos directos desde Madrid y se alarga ocupando un día entero. En el avión, nos saludamos y ocupamos nuestros asientos; yo en turista, él en Primera, cosas de la caridad de los productores. Ni nos vimos más que en la sala de espera, donde charlamos un rato y, después, en el autobús que nos llevó a la terminal del aeropuerto. Pero estábamos en el mismo hotel. Un hotelazo de esos de Beverly Hills en el que las habitaciones eran casi más grandes que el estudio en el que yo vivía. El periplo profesional fue de los grandes. Muchos medios de comunicación, al tratarse de un encuentro internacional, yo conexiones en directo con los informativos y él búsqueda fructuosa de novedades y detalles que se nos escaparan al resto. Terminamos agotados todos. Nos cruzamos de vez en cuando en alguno de los puntos de la cobertura, pero de una sonrisa o guiño no pasamos. Cuando terminamos de enviar nuestra respectivas crónicas nos encontramos en el hall del hotel. — Destrozada. Estoy destrozada. — Y yo. Y mañana, otra vez. Van a ser cinco días de espanto. Subíamos ambos en el ascensor cuando se le ocurrió la genial idea: — ¿Por qué no cenamos en la habitación y así no salimos siquiera? A mí me pareció una idea excelente. UN sandwich de esos de súper hotel me vendría de miedo. — Ay, sí. Entonces, nos vemos mañana en el desayuno, ¿no? No. La idea no era esa. La idea era compartir espacio y las habitaciones en las que estábamos tenían esa especie de recibidor de las suites que permite hacer una cena en común. — Te espero en media hora y pedimos.— Dijo cuando llegamos a mi planta y yo salí del ascensor. Me pegué una buena ducha de las largas, eliminando cualquier resquicio de la cobertura, desmaquillándome por completo y terminando con una ducha fría como acostumbro. Me sentí completamente recuperada. Iba a cenar con un compañero de profesión al que conocía, no vi ninguna necesidad de engalanarme para una cena con él y elegí un vestido de algodón de manga corta, muy ajustado en el pecho, con escote de pico y falda por encima de la rodilla. El típico que te pones para ir a casa de tu madre y que le parezca que vas bonita. Por supuesto, no volví a maquillarme. Así, subí hasta su cuarto y, con el pelo...

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T01XE20 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - Metió los dedos mientras me lo comía - Episodio exclusivo para mecenas

5/8/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE20 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Metió los dedos mientras me lo comía En realidad, fue todo tan rápido que ni me dio tiempo a resistirme. Lo tenía todo bien planeado. Muy bien planeado. Sabía cómo debía hacerlo, simplemente, esperó a que sacara a mi perro por la tarde. Por todo lo que cuento en redes sociales sabía que, sobre las siete, desfilaría. Y que mi camino es siempre el mismo. Así que, en el bar de debajo de mi casa me esperó. Y no solo esperó a que yo sacara al perro, esperó las dos horas que tardé en pasearlo porque ese momento, lo disfruto al máximo. Estaba en la terraza del bar, sentado en una de las mesas, tomándose un Café americano de los de aquí, no de los de EEUU, de los de licor de nuez. Yo ni le vi, pero le dijo a Víctor, el dueño del Catrina, que me dijera que tenía pagado un café de los rosas esa tarde y, cuando lo supe, simplemente, lo pedí y me senté. Fue él el que me lo trajo. NO me fijé mucho y supuse que sería un camarero que habían contratado; simplemente, di las gracias. Llevaba mi diario, así que podría disfrutar del café. El tipo se sentó de nuevo en una de las mesas y me observó. Yo, ensimismada en mis cosas ni le presté atención hasta que me habló directamente. — Si escribes más libros, me harás muy feliz. Me gusta cómo escribes. Aquello no me lo esperaba. No soy una escritora famosa ni se espera que lo sea. Soy una pobretica que ha publicado 4 libros y que pocos conocen. — ¿Los has leído?— Pregunté extrañada. — Los 4. Tengo los 4. Y el que más me gusta es el cuento de Sara en el primero. El cuento de Sara es el primero de mi primer libro. Es la historia de una mujer que se acuesta con un hombre más joven al que conoce en un tren. Una fantasía recurrente de muchas señoras de mi edad que aspiran a carne tierna y vigor en la cama. No es mi caso. El tipo no era mucho más joven que yo, así que no me pareció que quisiera aprovechar el cuento para ligar conmigo. — Bueno, a muchas mujeres les gustan los hombres más jóvenes, no es mi caso. —No, lo sé. A ti te gustan de tu edad o mayores. Y tienes predilección por los calvos. ¿Cómo podía saber eso? No es que tenga predilección pero mis últimos grandes amores, efectivamente, son calvos. — ¿Me sigues tanto? — Te sigo en todas las redes sociales desde hace años. He leído todos tus artículos y todos tus libros. Sé quién eres y me gustas. No hay más. Después de semejante confesión no sabía qué decir. Me quedé petrificada. Simplemente sonreí, miré el café y le dije: —Imagino que el café es cosa tuya. ¿Cómo sabías que me gusta este? — Bastó con preguntar al dueño. Te conoce todo el pueblo, Tana. Solté una carcajada. Me conoce todo el pueblo. Por eso soy feliz en el Cabo de Gata porque me quieren y me lo hacen notar. No me quedó otra que invitarlo a que se sentara. Conversamos un buen rato, me contó algo de su vida, que estaba en el Cabo con su mejor amigo y que no había podido evitar intentar conocerme. Se quedaban una semana, habían alquilado en la calle Consuelo, lo que hacía que estuvieran muy cerca de mi casa. Me pareció muy majo. Muy educado. Muy divertido contando sus aventuras de profesor de universidad con ganas de jubilarse. Quedamos para tomar unas cañas al día siguiente y nos despedimos. Dos hombres me esperaban en El Brisa, el bar en el que habíamos quedado. Uno era el que me había abordado el día anterior, el otro su amigo. La primera ronda nos sirvió para romper el hielo, la segunda para contarnos la vida y la tercera para que quisiéramos estar más tiempo juntos. Se nos notó desde el principio que había química, que había conexión, que nos gustábamos y, en mi caso, que nos deseábamos. Sí, los deseé. Porque los dos me parecieron magníficos y no estoy yo muy acostumbrada a que me vengan buenos de dos en dos. Pero aquellos me encantaron. Por las risas, por lo inteligentes que...

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T01XE19 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - ¡¡NOS PILLARON!! - Episodio exclusivo para mecenas

4/30/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE19 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - ¡¡NOS PILLARON!! ¡¡NOS PILLARON!! (de cómo la Policía amargó una follada mítica) La cena era mitad de placer, mitad de trabajo, pero no lo hice aposta. Yo había quedado con un ex amante con el que ya no me acostaba. Nos gustábamos, pero yo no lo deseaba. Sabía que yo lo volvía loco, pero él a mí no. Me encantaba para un rato pero no quería una relación. Y no estaba segura de que él no la quisiera. No era de mucho sentimentalismo. Y yo soy pesada con el tema todo el rato. El caso es que nada más pedir el sashimi y los niguiri alguien habló con voz alta y firme: Era el megaproductor del telediario. El que más sabe de todo eso. Mi ex amante, más educado de lo necesario, lo invitó a cenar con nosotros cuando vio que nos fundíamos en un honesto y sincero abrazo. Lo que zanjó toda posibilidad de que en la cena volviésemos a seducirnos. Estábamos con las risas, con los recuerdos de coberturas periodísticas vividas. Desde Juegos Olímpicos a coronación de su majestad. Ser los mejores en lo suyo. Triunfadores, ambos. Los periodistas somos endogámicos y pesados. De lo que más nos gusta hablar es de nuestro trabajo y de nosotros mismos. Narcisismo, cuando se sale de madre. Orgullo, la mayoría. Hablábamos de lo que más nos gusta salpicado de todo el sexo que mi presencia aporta, cuando vibró mi teléfono. Desde que tomo medicación intento no tener ruidos estridentes en casa. Todo vibra. Todo. Entonces, me llamó. Me llamó el cabrón. Me llamó un productor con el que trabajé hace milenios y al que no dejo de hacerle ojitos en cuanto nos cruzamos. Me llamó el productor de mi vida. Yo no sé ustedes, pero para mí la figura más indispensable es la de productora. Amaré sobre todas las cosas a MH, mi primera productora, recordaré a Jesús y Mónica toda mi vida. Y me alegraré de lo bien que le pueda ir a un buen puñado de conseguidoras. Porque eso es la productora o productor. Quien te consigue todo. — Sé que estás en Madrid. Quiero verte. ¿Dónde? Seguro que muchas otras habrían esquivado la ondonada. Yo no sé. Rogelio es de los que te gustan, por eso mejor lejos. Rogelio es tu amante. El que, en cuanto te ve, lo único que quiere es follarte. Le di las coordenadas exactas. Me moría por verlo. Llegó y acaparó toda la atención. Como siempre. Primero por su físico. Imponente espalda, para variar… Los ingredientes justos para que a mí me gustara y me dejara conquistar cada vez que nos veíamos. Yo soy el caramelito que se toma de vez en cuando y, aunque me ha costado, no necesito más. Claro que me volví loca por él, claro que quise ser su esposa, claro que muero por verlo todos los días pero nos separan 600 km, es un hombre felizmente casado y, así de lejos, soy lo más divertido de su vida. Con verlo cada dos meses me vale. Nos pillamos con ganas. Estaba en Madrid. Mira tú qué suerte. Recién llegado del norte, había comido bien, había hecho ejercicio, habría follado con absoluta seguridad porque este señor folla SEGURO, pero estaba allí, a mi lado. Acompañándome en mi exhibición. Yo, hablando, con un importante productor, un ex amante, estrella de una televisión canadiense… y un amante intermitente de esos que gustan. Y en aquella mesa había tres pedazo de tíos. Educadísimos. De los que puedes hablar de todo porque son feministas, no solo no votan a la derecha. Que machistas de izquierdas, tengo una hermosa lista. El japonés era muy cuqui. Pero no tan bueno como mi favorito, el Musashi, en la calle de las Conchas, El caso es que los caballeros pagaron, yo no, pero no por una cuestión de caballerosidad, sino por una cuestión de principios. Ellos ganan pasta. Yo sobrevivo. Y al salir, el canadiense, me preguntó: Do you want a cup of wine? L live in this street. Lo miré. Lo miré y lo besé en los labios. Quiero a ese hombre, no saben cuánto lo quiero. Desde 2014 sin...

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T01XE18 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - MI PRIMER INTERCAMBIO DE PAREJAS - Episodio exclusivo para mecenas

4/23/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE18 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - MI PRIMER INTERCAMBIO DE PAREJAS La llamada me desconcertó. Era muy raro que aquel excompañero de la tele me llamara, un martes, a las 9 de la noche. Quería ir a mi casa a verme. Estaba investigando un caso y me necesitaba. — Claro, ven— Le dije. Cinco minutos después, estábamos en el salón, cada uno con una cerveza. —Necesito que me ayudes con esto. Necesito una mujer y tú eres la única que puede hacerlo. Ángel, llamémoslo así, era uno de los que más casos periodísticos había destapado. A mí me encantaba que conociera a tanta gente, que se moviera tan bien por los subterfugios y que pareciera que nunca tuviera miedo. Era el reportero que muchos aspiramos ser. Así que escuché con atención: Llevaba meses detrás de la pista de Antonio Anglés, aquel malnacido que huyó de la justicia después del asesinato de las niñas de Alcaçer. Según me dijo, lo había localizado trabajando en un local de intercambio de parejas. Y quería que fuéramos. Al principio no daba crédito.”¿Tú yo? ¿A un local de intercambio de parejas?”. Sí, me dijo. Vamos, vemos si es él y si es… La poli entra a saco. Según me contó, en el piso de enfrente habría dos policías nacionales para entrar en cuanto diéramos la voz de alarma. Y para allá que nos fuimos. ¿Algo difícil, peligroso y salvaje? ¡Me gusta! El local era uno de los de toda la vida, al lado del Pirulí, Torrespaña para los profanos, justo antes de entrar, señaló un piso en el que, efectivamente, alguien miraba con asiduidad hacia fuera. Ahí estaban los policías. Yo no había ido jamás a un lugar así, así que hice todo lo que me dijeron. Me desnudé completamente, dejé la ropa en una taquilla y entré en el garito. El lugar era muy curioso. Tenía varias piscinas de poco fondo donde las parejas se hacían arrumacos. Por todos sitios había muebles para fornicar: sofás, camas, sillones ergonómicos de ondas… un paraíso para el sexo. Por todas partes había hombres y mujeres, unos en albornoz y otros desnudos. Yo nunca he sido muy pudorosa, así que, en cuanto entré me quité el albornoz y me metí en una de las piscinas para ver con claridad a todo el mundo y no ser yo el centro de atención. Ángel se metió conmigo. A nuestro lado, un hombre y una mujer se metían mano, besaban e intentaban, infructuosamente, lo de follar en el agua. A mí me entró la risa y apunté que jamás había conseguido ese gran hito de hacer de la piscina una buena cama. Ángel me dijo que él alguna vez había conseguido algo, pero poco más que sobar mucho e intentarlo. Al minuto, dos mujeres se metieron también en la piscina. La verdad es que era muy excitante ver tantos cuerpos desnudos fornicando. Hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres… Había una mujer trans especialmente bella que a mí me encantó nada más verla. De Anglés, ni rastro. Por más que miramos, por más que buscamos, saliendo de vez en cuando de la piscina y dándonos una vuelta, nada. Los camareros no se le parecían ni de lejos. Y los clientes, menos. — Oye, este no está aquí— Le dije al rato a Ángel. — Bueno, espera. Era un buen soplo. De vez en cuando, Ángel y yo nos mirábamos y nos sonreíamos. Hacíamos bromas, nos tocábamos al hablar y dejamos que el ambiente sexual impregnara nuestro ser. Yo, estaba cachonda, lo reconozco. Y él… él solo estaba esperando a que yo claudicara. En el borde de la piscina, los dos muy juntos, Ángel me miraba, se sonreía y me acariciaba la espalda, los brazos, la cara… Yo iba relajándome poco a poco hasta que me dejé, simplemente, me dejé. Ángel me besó, me agarró por la cintura y me pegó a él. Pude comprobar el estado de erección que tenía y, reconozco, me sentí orgullosa. Estaba muy a gusto, mucho más de lo que imaginaba. Que Ángel me agradaba, incluso que me gustaba, era evidente, pero no pensé que pudiéramos liarnos y menos liarnos en un...

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T01XE17 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - Follar con el Canadiense - Episodio exclusivo para mecenas

4/16/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE17 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco - Follar con el Canadiense EL CANADIENSE: amante durante 20 años por unos botones. Admito tener el síndrome Sandra Bullock. Ese que hace que no te creas que te pueda pasar lo que le pasa a ella en sus películas. Lo tengo. Muy arraigado. No concibo que mi vida se reduzca a la aparición de ese hombre que conocí un día y no pude olvidar. Pero me pasan. En el año 98, no lo recordarán ninguno de ustedes, fueron los JJOO de Nagano, Japón. Yo fui a los Paralímpicos, inmediatamente después, mes casi de marzo, allí estuve más de dos semanas para mandar a TVE mi crónica diaria. A él lo conocí el primer día, el día que nos tuvimos que acreditar. Subía en el ascensor de mi hotel cuando él metió la pierna para entrar. Se colocó frente a mí, me sonrió y cogió con su mano la acreditación que me colgaba del cuello para saber de dónde era. — ¡Spain! Fantastic. I was in Barcelona 92. It was marvellous. Yo contesté educada, pregunté de dónde era él y me gustó que me dijera que era canadiense, porque siempre los he imaginado más educados, tolerantes y apacibles que el resto de norteamericanos. Hablamos el escaso minuto y medio que tardó el ascensor en subir a mi planta, la 14, nos despedimos y seguimos con nuestras cosas de reporteros de televisión. Aquel hombre era la estrella de una cadena deportiva canadiense. Había pasado los Juegos Olímpicos y ahora estaba en los paralímpicos. Y yo acababa de llegar de Madrid para cubrir, con solo dos cámaras todas las competiciones. Mi preocupación era cómo llegar a todo. Y el canadiense tuvo la solución. A la mañana siguiente de conocernos coincidimos en el desayuno. Yo, con mis dos cámaras y él con todo su equipazo de ocho personas. Cuando me vio, lo tuvo claro: nos repartiríamos el trabajo. Él al esquí de fondo, yo al alpino. Yo grabaría a los canadienses, él a los españoles, en cuanto regresásemos, repicaríamos las imágenes y ambos las tendríamos. Era un plan perfecto que cumplimos todos los días que duraron las pruebas. Por la tarde, noche, nos veíamos en el cuarto que tenían habilitado para montar los vídeos. 1998, entonces, aún grabábamos en soporte analógico. Había que regrabar las imágenes para duplicarlas y así, tener ambos a los deportistas de nuestros respectivos países. Esas noches, dieron para que tonteáramos tanto como para que pasados cuatro días, el canadiense dijera de salir juntos esa noche. Y yo dije que sí. Fuimos a un restaurante mongol a contarnos la vida. El primer beso nos lo dimos en un bar de Nagano, uno diminuto en el que solo había una barra, un señor con chaquetilla detrás de ella y otro, muy elegante en un extremo de la misma. Entramos porque era de lo poco que vimos abierto y solo queríamos tomar una copa después de la cena. Allí, en un ataque de risa hablando de no sé qué, el canadiense se me quedó mirando y, simplemente, me besó. Era más alto que yo. Muy guapo. Con los ojos de un verde precioso, el pelo castaño casi rubio y torcía la boca para hacer un gesto de gracia que a mí me encantó. Besarlo fue precioso, lo alargó mucho, cogiéndome del cuello y acercándome a él, con cuidado… me trataba con mucho cariño. Me decía cosas divertidas y bonitas. Me besaba después de cada frase repitiéndome todo el rato que era fantástico haberme conocido. Yo me lo creí. Justo entonces, el señor que estaba al otro lado de la barra, se acercó. Empezó a hablar con el canadiense en inglés. Pero hablaban de mí. Así que me dirigí al japonés trajeado y le dije que, por favor, me lo contara a mí. Lo que me contó fue sublime: El señor me ofreció más de 1000€ al cambio por los botones de mi camisa. Sí. Quería mis botones. Fue educadísimo, dijo que no quería nada más y que, por favor, lo hiciera con toda la comodidad. La camisa, una de las rebajas, tenía solo tres botones. Tres. Tamaño medio y con presilla, no con...

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T01XE16 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - ¿Quieres probar el cuartito oscuro? - Episodio exclusivo para mecenas

4/9/2023
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE16 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco - ¿Quieres probar el cuartito oscuro? No sé quién lo llamó “cuartito oscuro” pero esa es la mejor definición. Un lugar en el que estamos solo los que ponemos dinero por mantener eso que se llama MetaverxApp y que no es más que un lugar seguro. En el que pasa de todo. En el que de todo pasa. Hay un hombre que, algunas mañanas, va temprano a casa de otro. A chupársela no más. Llama al timbre, sube al tercero, aquel espera con un café con leche en la mano y la polla fuera del pantalón del pijama. Para que se la coma conforme entra. Se la mete en la boca, la lame, la chupa, hace que se corra dentro para tragárselo. Le gusta sentirse así. Sometido. Que el que se corre disfrute. Y él… Él que lo provoque. Tambiçen dice ue le gustaría servir a más de una. Ser su mamporrero. Estar cuando estén con otros y claudicar. Bajar a chuparles el clítoris mientras ellos las penenetran. Tocarlas. Lamer, dejar que el otro folle que el otro meta… pero estar estar en lengua. Estar en dedos, estar. Hay otra que tiene las tetas más grandes que he visto jamás y le encanta mandarnos fotos de ella en toda su plenitud. De su culo. De su reguero de lefa en la boca después de chupársela a Esposo. De lo bonita que fue a ver a su hijo… quien sabe que su madre es nudista y se pasea por el cortijo desnuda. “Y quien no quiera que no mire”. Tengo yo unas ganas locas de ir a su pueblo. No sé si a desnudarme pero a estar, que ya es mucho. Hay otro al que echo de menos, porque antes hablaba pero ahora calla. Y no sé si es porque sigue a caballo entre Lisboa y Miami o porque lo aburrí. Debería no interesarme en él, que tengo que dejarme de señores felizmente casados porque, justo, luego termino encaprichándome. Y nunca sale bien. A las pruebas me remito. Estaba enamorado de su mujer. Yo elijo siempre. Elijo. Y la elegí a ella. O ella me eligió a mí. Nos elegimos en #MiHecatombe . En realidad, que me dejaran por otra más joven y más guapa es lo mismo que le ha pasado a la gran mayoría. Que me chuleen ya forma parte de mi melodrama. Que yo resista y encima ligue forma parte de mis encantos. No ligo mucho. Ligaba más cuando estaba casada, eso es así. Ella me eligió a mí y empezó a cuidarme. Y a mí me extrañó porque no estoy acostumbrada. Porque aprendí a que me dieran hostias pero no a que me acariciaran. Son mujeres las que lo han hecho. Rosa, una. Esta, otra. Ella intentó ayudarme como fuera. Ofreciéndome dinero, ofreciéndome comida, casa. Ofreciéndome un hombro sobre el que llorar. Ofreciéndome casos periciales muy similares al dolor y machaque por el que me me hacen pasar. Contándome lo que decían de mí. Descojonándose por las nuevas etiquetas elegidas para autodefinirse, las que creé yo. Cuánta podredumbre y vulgaridad. Hay que ser poca cosa… Yo relumbro más solo por su simpleza. Por eso no tenemos relación, nos ignoramos y, por supuesto, jamás estará en un cuartito oscuro en el que podamos hablar de sexo… Porque para estar en cuartito oscuro no te tienes que sentir sucia cuando te metes una polla en la boca. Ni cuando te enculan. Ni cuando te follan en cuanto entran en la habitación del hotel, porque tendremos que aprovechar que son las siete de la tarde, no tengo clase y mis hijos tienen nada que hacer… Ser amante es una dedicación. Y hay que ser elegante. Las hay tan vulgares. Tan paletas de invernadero auqnue jamás hayan pisado uno. Aquella mujer me eligió y yo la elegí a ella. Porque chupábamos parecido. Ella y sus primas se vanagloriaban de ello. Yo lo sabía por los años con hombres. Yo creo que la chupo bien. Ya me dirás… No nos habíamos visto. En fotos y de lejos. Pero aquella noche mandó un primerísimo plano donde pude ver su cara impoluta, sin arrugas apenas, en paz. Qué difícil es eso. Estar en paz. Conozco a tan pocas personas que no estén con el rictus hierático de las...

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